El aroma es una de las propiedades organolépticas más difíciles de definir. En él confluyen infinidad de sustancias químicas que dan carácter a un determinado alimento. El olor es uno de los sentidos que más atención ha recibido por parte de los investigadores en ciencia de los alimentos.
La tecnología nos permite mejorar este sentido y potenciarlo para conseguir reconocer olores o sabores específicos de productos cárnicos u otros como el vino.
Alimentos como el pescado, el queso, el vino, el café o el aceite tienen particularidades aromáticas específicas. A través de los sensores de las narices electrónicas, además de analizar sus compuestos volátiles, también se ha identificado la aparición de patógenos, que forman una gran variedad de compuestos volátiles.
Una vez más la tecnología se une a la biología para potenciar su desarrollo.